el mes de la ciberseguridad y la olvidada proteccion de nuestra identidad digital

El mes de la ciberseguridad y la olvidada protección de nuestra identidad digital

Octubre celebra el 22º aniversario del Mes de Concienciación sobre Ciberseguridad, una iniciativa que nació bajo la tutela del Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Lo que empezó como un recordatorio anual se ha convertido en algo más necesario que nunca, especialmente cuando la mayoría de nosotros vivimos conectados prácticamente 24/7.

El foco de 2025: proteger infraestructuras críticas

Este año, la mirada se dirige hacia entidades gubernamentales y pymes que son esenciales para mantener nuestras comunidades funcionando. No es casualidad. Bajo el lema «Building a Cyber Strong America» de la CISA (Cybersecurity and Infrastructure Security Agency), se está haciendo un llamamiento urgente a todos los niveles de gobierno y empresas privadas para reforzar defensas.

¿Y por qué ahora? Pues porque el panorama es, francamente, preocupante. En los últimos meses hemos visto cómo operadoras de telecomunicaciones en Estados Unidos y Canadá han sufrido interrupciones masivas, una unidad de la Guardia Nacional fue hackeada, y varios sectores críticos como energía, transporte o servicios públicos han sido objetivo de ataques.

No es que antes viviéramos en un paraíso digital, pero la situación actual demuestra que queda muchísimo por hacer para proteger las industrias que sostienen nuestra vida diaria.

La realidad tras las campañas de concienciación

Me parece estupendo que la CISA use octubre para poner el foco en la ciberresiliencia. El problema es que los profesionales de seguridad nos enfrentamos a estas amenazas los 365 días del año. Y la pregunta que realmente importa no es si debemos preocuparnos (spoiler: sí, debemos), sino dónde invertir tiempo y recursos para fortalecer nuestras defensas.

Lo cierto es que muchas organizaciones siguen invirtiendo millones en cortafuegos ultramodernos mientras descuidan el eslabón más débil. Y no, no es el hardware, ni siquiera el software… es algo mucho más básico.

Por qué tu identidad digital sigue siendo el vector de ataque preferido

A pesar de la evolución constante en tecnologías de ataque, hay una realidad que permanece invariable: las identidades digitales continúan siendo el camino preferido para los ciberdelincuentes. Y no es difícil entender por qué.

Los informes del sector son demoledores: más del 70% de las violaciones de seguridad implican el uso indebido de identidades. Ya sea mediante robo de credenciales, fraudes de phishing o abuso de cuentas privilegiadas, los atacantes encuentran en nuestras identidades digitales la puerta grande hacia los sistemas.

El problema se ha agravado con la expansión de aplicaciones SaaS, la migración a la nube y el trabajo remoto. Las fronteras de red tradicionales prácticamente han desaparecido. Cada inicio de sesión —de un usuario, dispositivo o aplicación— representa ahora un potencial punto de entrada.

Iniciar sesión en vez de hackear

La verdad es que los ciberdelincuentes son pragmáticos: ¿para qué complicarse con ataques técnicos complejos cuando pueden simplemente «iniciar sesión»? Las credenciales válidas les proporcionan acceso directo para establecerse, moverse lateralmente y robar datos.

A diferencia de los ataques de malware que suelen activar alarmas, los ataques basados en identidad se camuflan perfectamente entre la actividad normal. Un phishing para capturar contraseñas de empleados o explotar cuentas de servicio con demasiados privilegios es barato, escalable y, lo peor de todo, tremendamente efectivo.

Cerrando la brecha de las identidades digitales

Si la identidad es el nuevo perímetro de seguridad (y créeme, lo es), entonces protegerla debe ser nuestra prioridad número uno. Esto requiere un cambio de mentalidad: pasar de una gestión de identidad reactiva, que solo busca cumplir normativas, a una seguridad de identidad proactiva.

Pasos prácticos que deberías implementar ya

  • Aplicar el principio de menor privilegio a gran escala: Esto significa eliminar esos permisos que no son necesarios. Sí, quizás sea incómodo tener que pedir acceso para cada cosa, pero reduce enormemente la superficie de ataque.

  • Monitorización continua del comportamiento: No basta con detectar intentos de acceso fallidos. Necesitamos sistemas que identifiquen patrones anómalos, aunque el login haya sido correcto.

  • Proteger identidades no humanas: Esas cuentas de servicio, APIs e identidades de máquinas que a menudo pasamos por alto son auténticas minas de oro para los atacantes.

  • Implementar autenticación resistente al phishing: Las contraseñas ya no son suficientes, ni siquiera con la autenticación multifactor tradicional. Necesitamos métodos más robustos que resistan técnicas avanzadas de estafa.

  • Potenciar las herramientas de IAM: Los sistemas tradicionales de gestión de identidad y acceso (IAM) deben complementarse con soluciones emergentes de detección de amenazas y evaluación dinámica de riesgos.

  • Automatizar la gestión del ciclo de vida: Esto significa asegurarse de que cuando alguien entra, cambia de rol o sale de la organización, sus permisos se actualicen automáticamente para evitar cuentas huérfanas o con exceso de privilegios.

El Mes de Concienciación sobre Ciberseguridad 2025 como llamada a la acción

El mensaje de esta edición es claro: la concienciación por sí sola no basta. La seguridad de identidad tiene que dejar de verse como un simple problema técnico y convertirse en una prioridad a nivel directivo.

Los atacantes ya no están «rompiendo» sistemas; están iniciando sesión con credenciales robadas. Mientras las organizaciones no aborden la identidad como pilar fundamental de su estrategia de seguridad, seguiremos viendo titulares sobre brechas de seguridad cada semana.

Este octubre es el momento perfecto para que las organizaciones reevalúen sus defensas, modernicen sus protecciones de identidad y construyan resiliencia contra el vector de ataque más explotado. La seguridad de identidad no es solo una capa más en nuestra estrategia defensiva, sino la base misma de la ciberseguridad en 2025 y más allá.

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